Me olvidé del puñal del recuerdo que tanto se me clavaba,
y de los hilos invisibles que me ataban a una vida
que no era vida, si no supervivencia continua.
De las casualidades desprovistas de intenciones
no malévolas solo me acuerdo
de los retales que yo transformaba
en sonrisas.
Viene a mi la calma, se estabiliza
y me abraza.
Dejé de sentir el corazón en un puño
y de lanzar piedras
contra mi misma
y el mundo entero.
Que los que habiten hoy mi mundo
serán desconocedores
de un submundo
que se reinventa
y construye.
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Pasé por un cuaderno y me quedé a vivir.