Había entre tu boca
y la mía un puente,
a cruzar entre semáforos
y caras rotas por el invierno.
Siempre en rojo,
siempre en frío.
Vi a cámara lenta mis pasos
hacia atrás
en el camino,
entre las curvas de tu
cuerpo y el precipicio.
No hay zancadas al tiempo
contra el grito en silencio,
amenaza el despertador con el sabor
de un mal sueño.
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Pasé por un cuaderno y me quedé a vivir.