sábado, enero 4

De hámsters y lavadoras

Me gustaría poder decirte que esta guerra es mía 
y se libra en mi propia mente,
que se que no es fácil quererme
cuando comienza a girar la rueda
del hámster y centrifugan en la lavadora
todas mis ganas de renunciar a nuestras alas
junto a calcetines y bragas,
que es ese el ruido
 que me sigue siempre.
Cuando el hámster grita todos los besos
se silencian,
saben a piedra,
se convierten en hielo
y se rompen en mil fragmentos,
de la cabeza al corazón
y viceversa. 
Me gustaría poder pedirte
que miráras a mis ojos de niña,
para que comprendieras que después
de los rotos
hubieron
costuras,
que después del insomnio,
colillas,
y que antes de ti estaba sola y perdida,
con mi hámster en su lavadora
y el único impulso
en las pulsaciones que latían
del corazón a la sin razón
y viceversa.
Esta mañana de enero estoy escribiendo desde las alas,
mientras tú dibujas sus sombras
sobre el cuaderno
donde un día fui hámster 
y lavadora,
y yo ya no se si echarme a reír
o a llorar,
cuando vienes,
me besas,
y me brotan alas de las costillas.

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Pasé por un cuaderno y me quedé a vivir.