He vuelto a imaginar que nos hacíamos
el amor despacio,
y la guerra deprisa.
Tras arrugar las sábanas,
revolver las tripas
y perder la compostura en diferentes posturas,
tú me hablabas de
dar la vuelta al mundo en ochenta días,
sin gasolina.
Como si se nos fuera la vida,
y yo sonreía,
porque me hacías viajar con la imaginación
después de sudar lágrimas,
en tiempos de amor
y con gritos de guerra.
Tu voz sonaba a ronroneo
felino,
adormecido,
y eso me tranquilizaba.
Adiós insomnio,
te susurré al oído.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Pasé por un cuaderno y me quedé a vivir.