Tú no tienes un reloj como corazón,
y no hay marcapasos
cardíaco
latiendo en ese puente
que hay entre tu boca y la mía,
para eso hace falta echarle huevos.
Que no sientes nada,
te atreves a decir mientras
me miras a los ojos
con las pupilas dilatadas.
Morderte era el espasmo
que me asaltaba en forma
de duda,
cuando me tumbaba en la cama
y solo me abrazaba la nicotina.
La rima fácil,
el mismo verso imperfecto que se rompe
por las puntas,
y yo me lío uno y me sabe mejor que desearte.
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Pasé por un cuaderno y me quedé a vivir.