Han hecho falta cuatrocientos silencios
que apuñalan
para darme cuenta
de que soy tan asquerosa
como cualquier ser humano.
Romper con los fragmentos que he ido
siempre
mal pegando.
Verlos destrozados sobre
los cien papeles
arrugados
que asoman
en la esquina
de un escritorio,
donde solía
soñar
que detrás de todo este desastre
utopía y paz.
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Pasé por un cuaderno y me quedé a vivir.