martes, enero 7

Respecto a una rutina discontinua que se rompe

Me resulta demasiado sencillo acostumbrarme 
a la mente turbia
y a las manos frías,
a que esta casa se llene de voces
y de risas
por unos cuantos días,
y después vuelva
de nuevo
la anestesia en el pecho,
el oleaje
con la mirada perdida
que vuela hacia el techo,
imaginando que hay algo mejor
detrás todo esto.
Algo que permanece en su lugar
y metamorfosea
entre un para siempre
y un vuelve luego.
Hace tiempo que yo ya no estoy segura
de mi propia cabeza bocabajo,
cuando vacilo entre un
abrigo perpetuo,
las colillas o el insomnio.
Te grité que vinieras a leer entre líneas,
mientras mordía mis costillas,
que me acompañaras a estar sola
cuando escribo desde el corazón
y con las uñas mordidas.

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Pasé por un cuaderno y me quedé a vivir.